No agreguemos dramatismo donde no lo hay.
Los problemas y las circunstancias difíciles de la vida por sí añaden tensión y ansiedad.
No pongamos tintes dramáticos.
Veamos de manera objetiva (¡lo más objetivamente posible!) Limpiemos nuestros ojos para ver con claridad. Echemos mano del dominio propio. Pidamos a Dios sabiduría.
Luego, analicemos los factores y busquemos soluciones con ayuda de Dios.
Ciertamente, a Él no le sorprende lo que a nosotros nos toma desprevenidos.
Él está más que dispuesto a darnos la solución, y hacer del suceso un escalón para nuestro crecimiento.
Es interesante comprobar que muchas de las cosas que nos pueden desestabilizar, se desvanecen cuando asumimos la actitud adecuada y no dejamos que "cunda el pánico". Dios nos da dominio propio, estabilidad, paciencia y sabiduría.
Pidámosle su ayuda...antes de desesperarnos.
¡Él es nuestra ayuda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario