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30 de septiembre de 2013

Amor Inalterable

Cuando el amor “humano” no es suficiente


 

    La Biblia dice que en los últimos tiempos “Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”. Sabemos que lo que nos distingue como cristianos, aquello por lo cual se nos identifica, es el amor. No es el hablar en lenguas, ni el imponer manos, ni ninguno de los dones que el Señor nos da para la edificación y la evangelización. No son los dones. Es el fruto; es el amor, con sus nueve aspectos (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza) lo que dice al mundo que somos cristianos nacidos de nuevo, camino al cielo. Y el Señor dice que “el amor de muchos se enfriará”. Tenemos muchas razones para “no amar”, y ¡parecen multiplicarse cada día! Pero nuestro desafío, nuestra meta y el propósito de nuestra vida es ser semejante al Padre que nos hizo a  su imagen. Dios es amor, e indefectiblemente, quien quiera se semejante a Él, debe tener en cuenta que sin amor, no podemos vivir. Y no hablamos del amor humano que ama a quienes me aman, sino del amor inalterable de Dios, que ama incluso a los enemigos. 

    Es fuerte, como decimos, pero sigue tan vigente hoy como hace más de 2.000 años cuando Jesús lo dijo a sus discípulos. Somos llamados a ser como Jesús, a bendecir aun cuando nos hacen mal a sabiendas. No es fácil, pero sí es posible. En esas circunstancias ejercitemos ese amor inalterable que nos ha sido dado. Porque si amamos, y bendecimos, Dios puede obrar en la vida del otro. Dios nos pide que lo hagamos, y por lo tanto Él nos ayuda a hacerlo. Él espera nuestra decisión. Si nos decidimos a agradarle a Él, pondrá en nosotros la gracia, y todo lo que necesitamos para “no pagar con la misma moneda” al que nos hace mal; para no vengarnos- y para ni siquiera desear venganza. Eso, lo hace solo Dios. Cuando se lo pedimos, cuando anhelamos vivir de la manera que a Él le agrada, Dios hace que nuestro amor permanezca inalterable. 

    En estos tiempos difíciles podemos “vencer con el bien el mal” como el Señor lo pide. ¡Y eso honra a nuestro Dios! No dejemos que nuestro amor se enfríe. Amemos, y seamos sabios con la ayuda del Señor.

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