Todas las Noticias

30 de noviembre de 2016

Empatía


¿Qué hay detrás de los enojos, las molestias, los rezongos, la tristeza y la amargura?
Esta es una buena pregunta para tener en cuenta cuando nos ofenden, nos atropellan (verbal o física o emocionalmente) sin causa alguna. Lo primero que puede surgir en nosotros es el deseo de reaccionar. Pero es una buena idea esperar un momento. En ese lapso-por breve que sea-podemos reflexionar: ¿vale la pena que reaccione? ¿qué lo lleva-o la lleva- a actuar de esa manera? 
Creo que muy pocas personas actuarían de esa forma solo porque sí, “de pura maldad”, como suele decirse. El resto de loa humanos generalmente actuamos basados en un motivo subyacente, sumado o no, a una “reacción en cadena” de otros tantos motivos que quizás no sean perceptibles para todos. Y en lo exterior lo único que vemos es el estallido, y lo que surge es el deseo justiciero de decir: “¿Qué te pasa? ¿Por qué actuás así?...¿Qué te hice yo para que actúes así?”, etc., etc. 
El detenernos antes de reaccionar nos permite “tomar el control” de nosotros mismos y de la situación (y ser “proactivos”). Evita que devolvamos golpe por golpe, palabra por palabra. Permite la oportunidad de actuar con empatía. Podemos ponernos un momento en el lugar del otro, y pensar que realmente algo le ocurre, que no sabemos, que no es visible, pero que lo está moviendo abruptamente a actuar de manera irreflexiva, indebida, descortés, etc.
En ese momento que tomamos para no ser “reactivos” se nos pasará –seguramente- el impulso inicial de “devolver” la palabra, el gesto, la actitud. ¡Eso ya es en sí mismo todo un triunfo!...Y es muy probable que la otra persona, al ver que no reaccionamos ni agredimos, también pueda calmarse. Estaremos ayudándole a encontrar paz en medio de su propia dificultad. Por eso, antes de reaccionar instintivamente, tomemos un instante. Eso marcará una gran diferencia, y será un gran beneficio para nosotros y para los demás.