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30 de noviembre de 2013

Lo que viene...


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La Comunicación es Vital

  La comunicación es vital para todas las relaciones interpersonales; para el crecimiento, para el desarrollo normal, para la salud; es vital en todos los ámbitos. Somos seres comunicativos y gregarios: necesitamos expresarnos y recibir las expresiones de los demás; dar, recibir, compartir, y “estar acompañados” en el camino de la vida.

  Nos comunicamos desde el vientre de nuestra madre. Nos comunicamos con la mirada al nacer, con el llanto, aferrándonos a lo nuevo (el dedo de mamá, la nariz, el cabello), con sonidos “ininteligibles” (hasta que la mamá lo decodifica y logra entender los mensajes de su hijo); con las primeras sonrisas, y las risas de los padres que constituyen un feedback, una respuesta comunicativa. Eso también es comunicación.

  Aprendemos “el modo” comunicativo antes que cualquier forma de lenguaje. Es decir que siempre buscamos inconscientemente la manera de comunicarnos, de interactuar, desde el nacimiento. Justamente porque fuimos creados para interactuar, dar y recibir, compartir.

  Cuando la comunicación es interrumpida o entorpecida por alguna razón eso afecta las relaciones, las emociones, el carácter, los pensamientos, las acciones, las respuestas de la conducta. Y es necesario restablecerla a fin de que todas las cosas comiencen a mejorar.

  Dios nos ha dado la oración como medio para comunicarnos con Él, ¡en todo momento, en todo lugar, en toda manera! Podemos estar siempre “on line”, con línea abierta, de manera ilimitada. ¡Es fascinante!   Pensemos un momento en esto: “Puedo comunicarme con Dios en todo momento, en todo lugar, en toda manera”. ¡Maravillosamente impactante!..

  Él ha prometido estar con nosotros siempre, ha prometido oírnos, y respondernos.
  Lo único que puede interrumpir la oración es el pecado; y aun para eso Él proveyó la solución (“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1º Jn.1:9).

  Como hijas de Dios tenemos acceso al trono de Dios, a su presencia, para entrar confiadamente, para recibir la gracia que necesitamos. Podemos conversar con Dios, como amigos (“…os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” Jn.15:15).
Incluso hay beneficios para el cuerpo en la oración: cuando estamos en oración con Dios, Él aquieta nuestra alma, en Él hallamos descanso y quietud para el alma. Siempre recibiremos paz y gozo en su presencia. En medio de toda circunstancia podemos pedirlo y lo recibiremos, eso y más, ¡junto a Él, en compañía!

“He aquí yo estoy con vosotros todos los días...” Mateo 28:20.

“Tú oyes la oración”. Salmo 65:2

“Clama a mí, y yo te responderé”, Jeremías 33:3

“En Dios solamente está acallada mi alma” Salmo 62: 1.

“Con tremendas cosas nos responderás tú…” Salmo 65:5