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19 de octubre de 2012

"Me levanté como Madre"

Hablemos de las madres…no solo por lo que hacen (trabajar, cambiar pañales, cocinar, limpiar, planchar, cuidar,  educar, etc., etc.-porque hay mucho “etcéteras”), sino por lo que son: mujeres engendradoras de vida, transmisoras de vida, formadoras de vida, que afectan literalmente las generaciones y pueden torcer el curso de la historia de sus hijos, y al hacerlo, impactar al mundo. No es ficción; es historia, documentada, y verificada. Tu nene que te desvela, tu adolescente que te preocupa, tu joven que añade estrés sin querer, ese hijo adulto cuya vida te impulsa a clamar de rodillas a Dios, por él; no son casualidades. Como portadoras de la gracia, podemos “levantarnos como madre” para ver transformadas las vidas y las circunstancias. (“…Me levanté como madre en Israel.” Jue.5:7b). Levantarse nos indica decisión. La madre puede decidirse a actuar ejerciendo su autoridad espiritual. ¡Cuántos cambios se pueden ver con una madre determinada a “levantarse y actuar” como tal! Mirá qué características y qué potencial nos ha dado Dios:

Amor y gracia: Sabemos que el amor es esencial para el desarrollo saludable de la persona y la personalidad. La madre es poseedora de un depósito inagotable: no se cansa de dar amor en toda forma posible para que sus hijos crezcan y disfruten de su futuro. Ese amor toma forma de servicio, cuidado, sacrificio, tesón, perseverancia, disciplina, corrección, consejo. Para ilustrarlo, se ha dicho que una madre no divide el amor entre sus hijos; lo multiplica. Y, ¿quién puede extender gracia (nuevas oportunidades, perdón, aceptación, comprensión, consuelo) sino una madre? Cuando todos se dan por vencidos con alguien,…la madre persiste. Es capaz de perseverar toda su vida en pos del bien de su hijo. La madre jamás se dará por vencida.

Esfuerzo: La madre deja de lado su propia necesidad, su propio cansancio, sus angustias propias, por abocarse al cuidado de su hijo. El cuidado del hogar, hasta con la ayuda de la tecnología, requiere tiempo y esfuerzo constantes. “Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos” (Pr.31:17, RV60)].
Fuerza y dignidad: “Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir” (Pr.31:25, NVI). “Revestida de fuerza” describe al esfuerzo continuo del dar sin medida; la madre da todo de sí, más allá de su propia limitación. ¿Cómo es si no, que puede “sobrevivir” a noches de desvelos, sin comer, sin descansar, bajo presión, aun realizando esfuerzos que sobrepasan su condición física?) ¡Está “revestida de fuerza” por Dios! “Revestida de dignidad”: una de las acepciones de “dignidad”, según el diccionario de la RAE, es “excelencia”, La madre se reviste de la excelencia como de una vestimenta. Y es que ella procurará siempre lo mejor para sus hijos y su familia. Esto también nos muestra una excelencia que excede a su propia capacidad. Hablar de la excelencia en una mujer es hablar de la manifestación del potencial que hay en ella: el potencial dado por Dios, con un propósito múltiple: dice la Biblia que ella trabaja “con sus manos” (con referencia a lo material), y “edifica su casa” (con referencia a lo humano y a lo espiritual). La madre es la primera educadora de su hijo, la primera creadora de hábitos, la primera “edificadora” de la conducta (construyendo hábitos, corrigiendo lo deficiente), la primera modeladora del carácter y la personalidad de su hijo. Para lograrlo, ¡sí que se requiere de la excelencia de parte de Dios!

Sabiduría (temor de Dios): “Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor.” Pr.31, 26, NVI. Y ”Considera los caminos de su casa”. Pr.31:26-27a). La Biblia también dice que “la mujer sabia edifica su casa”.La sabiduría de Dios siempre es para edificación. ¡Cuántos hijos preservaron su vida por que sus madres actuaron con sabiduría! La influencia de la mujer es grande, mucho mayor de lo que creemos. Las madres sabias consideran las decisiones a tomar, establecen un fundamento sólido, inculcando los valores que se rigen por la Palabra de Dios.

Celebremos el Día de la Madre dando gracias a Dios, y con esta determinación ¡vamos a impactar como madres la historia de nuestros hijos!

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¡Feliz Día!


Los platos nos pueden esperar

El largo día de trabajo se siente sobre los hombros. Después de la cena, los platos esperan apilados en la mesada. Todavía el rito de preparar la ropa para el próximo día no se inicia. ¿Quizás sea necesario hacerlo todo un  poco más rápido? Y finalmente poder ir a descansar.
Mientras el agua corre y el detergente cae sobre la esponja, se escuchan pasitos suaves,  de medias en el piso y unos ojitos bien abiertos se asoman detrás del libro, se escucha una pequeña carcajada y el pedido no se deja esperar.
¿Leer? ¿A  esta hora, con todo por hacer?
Sí, sí, es cierto que ya es la hora de ir a la cama. Bueno, vamos a leer tu libro.
Con un ojo en el reloj y otro en las páginas del cuento, casi saltando de párrafo en párrafo, la historia llegó a su fin. La oración y el beso de buenas noches dichas casi en una sola frase y la protesta sobre leer otro cuento más aparece en su carita...

Detenerse un momento, a veces, sólo es necesario detenerse, ¿cuántos abrazos, besos, cuentos, oraciones y juegos sin disfrutar, perdidos para siempre? Los platos nos pueden esperar, ellos no, sólo serán niños esta vez.
Podés encontrar las palabras de Jesús en: Lucas 10:40 - 42.